Relato para #historiasdemadres - Zenda
Cansada ya de ver llover
Mientras observa como el Seat 1500 blanco, con su asiento del copiloto ocupado, gira la esquina de su calle y desaparece, una ira incontrolable comienza a despejar su mente ayudándola, por fin, a abrir los ojos.
Siempre se habían arrastrado sospechas de traición entre las sombras de una convivencia que hacía agua por los cuatro costados, pero su educación y el amor incondicional que sentía por él las ahuyentaban haciendo de ella un simulacro de felicidad andante. Y le bastaba con eso.
Hasta hoy.
Verlo tan ufano al volante con la otra riendo a carcajadas a su lado mientras cualquiera del barrio podía verlos fue la gota que colmó el vaso. Además, ¿de qué coño se reía tanto? Él jamás ha sido gracioso, aunque debe reconocer, por mucho que le pese, que siempre ha tenido algo, ese magnetismo animal que la enamoró hace veinte años y que la ha mantenido pegada a él, ya lo ha decidido, demasiados días infelices.
—¿Mamá, podemos volver a casa? Van a empezar los dibujos.
Ella baja la mirada al volver a sentir. El suave tacto de la mano de su hijo, que jamás ha soltado ni soltará, la devuelve a la realidad. Lo mira sorprendida al ver que lo hace sin una mísera lágrima en sus ojos. Se dejó engañar por su marido todo este tiempo ya que esta será la última pero ahora tiene la certeza de que antes hubo muchas más. Su corazón, al impedir que se abra el grifo del llanto y la desesperación, le está mandando el mensaje de que está preparada para afrontar una vida, que seguro que será dura, a solas con su hijo.
—Claro que sí, cariño. Volvamos a nuestra casa.
—¿Podré ver esta noche el Un, dos, tres? Mañana no hay cole.
—Por supuesto. Hoy es un día especial para los dos.
—¿Papá lo verá con nosotros?
—No, a él nunca le gustó el programa.
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