Mi segundo relato presentado al Concurso de relatos #MiMejorMaestro de Zenda Libros
La
primera semilla
Apoyada
en la puerta, con un ejemplar entre las manos, observo a mis alumnas
descansar bajo un sol inclemente y me pregunto si alguna de ellas se abrirá a la
inspiración que mana de él tal y como yo lo hice en su día cuando cayó en mis
manos siendo adolescente. Desde entonces no se ha separado de mí y siempre le
estaré agradecida ya que sus transgresoras palabras me mostraron un mundo de valor
y sabiduría que me salvó de una vida sin salida fruto de mis propios miedos.
De
pronto noto sobre mí una mirada. Levanto
la vista protegiéndome los ojos con la diminuta sombra de mi mano y la veo
caminar, altiva y desafiante, hacia mí. Jamás hubiera pensado
que fuera a ser ella la primera. No debí prejuzgarla ya que yo a los quince
años también estaba enfadada y en guerra con una realidad que yo creía injusta
y cruel. Tras dirigirme unas palabras duras en la forma, pero débiles en el
fondo ya que esconden una inseguridad endémica, le doy lo que ha venido a
buscar y se aleja con él acunándolo en su regazo.
Por
su valentía hubiera querido darle el mío personal, ese que ya está curtido y
gastado y en cuya primera página está garabateada la dedicatoria de la profesora
que me lo dio cuando estuve de acogida en España. Pero sé que se conformará con
una de las cien ediciones de bolsillo del Quijote que, al regresar, he traído a
este campo de refugiados del Sáhara que es y será mi hogar. No encontrará
diferencia ya que he escrito las mismas palabras en todos, esas que para mí han
sido y serán por siempre luz frente a la oscuridad.
Cojo
un segundo ejemplar y releo el mensaje escrito en él aguardando a que otra de
las chicas se anime a acudir a la llamada. Y esperanzada lo hago porque tengo
fe en ellas.
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